El grito de una ciudadanía que se niega a ser rebaño
Por Luciano Román / No existe un termómetro para medir cuánto influyó, en la protesta de ayer, la angustia del encierro. Los testimonios, las pancartas y el ánimo de muchos de los que se movilizaron permiten, sin embargo, interpretar que fue un poderoso motor. Más allá de razones políticas, de preocupación por equilibrios institucionales y de urgencias económicas, influyeron -evidentemente- el factor emocional, la fatiga psicológica y la impotencia ante cierta incomprensión por los múltiples efectos de una cuarentena indefinida. En el banderazo hubo algo de desahogo ante un hartazgo y una angustia contenida.