La ética del sacrificio versus la épica del goce
Por Leila Vecslir / El lunes 12 de agosto, luego de la convulsión producida por la abrupta devaluación del peso, mi hijo mayor, de tan solo 9 años, rompió en llanto. Y es que, preocupado por la inflación y por los vaivenes económicos de los que ha sido testigo, este fenómeno económico le genera tal preocupación que, con frecuencia, al salir del colegio, me pregunta por el precio del dólar. Su angustia se profundizó con mis explicaciones repitiendo varias veces la misma pregunta: ¿por qué los presidentes no pueden lograr que la economía sea estable?