Los padres del exilio, otra herida en una clase media desgarrada
Por Luciano Román / La angustia y la impotencia los empujaron a participar, por primera vez, de un banderazo. Lo hicieron el 12 de octubre en una plaza de La Plata. Su hija, de 31 años, les había confirmado esa semana que ya tiene fecha para irse con su marido y su pequeño hijo a vivir a Barcelona. ¿Por qué decidieron salir a la calle? Porque sienten que el país los aleja de lo que más quieren. Sienten, también, que la política está enfrascada en sus internas y obsesiones: no registra lo que les pasa a ellos; tampoco, lo que les pasa a sus hijos. No ofrece un proyecto que entusiasme, que aliente la esperanza, que convoque a imaginar un futuro mejor. Son un padre y una madre que no se ven reflejados en la agenda del poder. Pertenecen a una clase media que se siente ignorada y que carga, desde hace décadas, con una desilusión tras otra. Aun así, no se resignan. Salieron a la calle para sumar su voz a las de otros, tal vez para intentar un desahogo. No quieren que su angustia los paralice. No quieren encerrarse a mascullar su enojo y su dolor.