Coronavirus. La paradoja que faltaba: se enfermó la salud
Por Carlos Pagni / El Gobierno ha adoptado dos decisiones relevantes. Alargar la cuarentena, cuyo final se había fijado para el 27, hasta el 10 de mayo. Y endurecer, como estaba previsto, su posición frente a los acreedores externos. Una medida es sanitaria. La otra, financiera. Pero sería un error no advertir que están relacionadas. Si se permite una simplificación, los especialistas calculan que cada mes de cuarentena provoca una reducción del 50% de la producción de ese mes. Medido de otro modo: por cada semana de cuarentena, el PBI tiene una retracción anualizada del 1%. Quiere decir que cada vez que agrega días a la cuarentena, Alberto Fernández sumerge más al país en la recesión. Se podrá discutir si esa estrategia es o no inevitable. Lo cierto es que, cuanto más se congele la economía, más indispensables serán los instrumentos para salir de esa parálisis. Hay uno principal: el dinero para financiar inversiones. Esto es lo que se pone en juego en la esgrima con los bonistas. El acceso al crédito de la sociedad en su conjunto. Y, sobre todo, de las empresas. Muchas habrán dejado de existir. O estarán conectadas a un respirador, por usar una imagen de época. En síntesis: la pandemia cambió el significado de la negociación de la deuda. Ya no se trata sólo, ni en primer lugar, de un asunto fiscal. Es una cuestión determinante para la velocidad con que se recupere la vida material.