Embajadas para entretener a los políticos
Por Maximiliano Gregorio-Cernadas / Constituye un error reducir el resonado affaire del segundo de la embajada argentina en Madrid, que renunció a su puesto y denunció públicamente la ineptitud de su jefe, el embajador, como un episodio ad hominem, pues el caso compendia los clásicos males de nuestra administración pública. En primer lugar, el hecho de que ninguno de ellos sea diplomático profesional pero que, a diferencia de ellos, abunden diplomáticos de carrera con más de cuarenta años de experiencia, suscita varias consideraciones.