El país, en la encrucijada de honrar o no sus compromisos
Por Bernardo Saravia Frías / El valor de la palabra es inmemorial. Desde el Génesis, su potencia creadora es innegable: primero fue el Verbo; le siguieron los hechos y las cosas. También su capacidad de manipulación y engaño; basta recordar la habilidad de la serpiente y la indolencia adámica. En el derecho su valor es fundante, por ser el sustrato elemental de todos los vínculos. Toma especial relevancia en el ámbito internacional, donde se sintetiza en la frase pacta sunt servanda (el pacto es ley); no solo está mal visto faltar a la palabra, mentir: más grave aún, el engaño ha sido siempre de patas cortas y tiene graves consecuencias.