Máximo Kirchner, derrota y victoria cristinista
Por Joaquín Morales Solá / Máximo Kirchner tenía 10 años cuando su padre ganó la intendencia de Río Gallegos. Desde entonces ha sido un hijo del poder, heredero de una familia de formas toscas de hacer política, convencida de que el poder se construye más por el temor que por el afecto. Discípulos inconscientes de Maquiavelo, su madre es célebre por provocar un clima ostensiblemente tenso en cualquier lugar, pequeño o grande, al que ella ingresa. A sus padres los sedujo la política desde muy jóvenes. A Máximo, no. El hijísimo prefirió administrar la fortuna familiar (enorme, por cierto) antes que meterse en una actividad que, según decía, lo había alejado de sus padres desde muy temprano.